JUSTICIA Y PAZ

Justicia y Paz es una organización de la Iglesia Católica, preferentemente laical, que tiene una estructura orgánica que parte de la Comisión Pontificia de Justicia y Paz del Vaticano, pasando por las Comisiones Nacionales que dependen de las respectivas Conferencias Episcopales Nacionales y se concreta en el ámbito local en las Comisiones Diocesanas erigidas por el Obispo titular de cada diócesis.
En la Diócesis de Cartagena, nuestro Obispo, Mons. José Manuel Lorca Planes, erigió la Comisión Diocesana de Justicia y Paz el pasado mes de septiembre de 2015, como foro de expertos de reflexión, estudio y divulgación del pensamiento social cristiano, en concreto de la doctrina social de la Iglesia.

viernes, 29 de abril de 2016

POR UN SISTEMA ECONÓMICO-LABORAL MÁS JUSTO E INTEGRADOR


                 En este día del trabajo se hace necesaria una seria reflexión de la realidad actual en nuestro país, en el que las cifras son clamorosas acerca del fracaso de un sistema económico que sólo en nuestra Región reconoce un desempleo del 22% (que apenas ha logrado mejorarse en el último quinquenio), lo que viene a dejar en la marginalidad de forma sistémica a casi una cuarta parte de la población. Pero esto es aún más dramático, si lo unimos a los siguientes datos:
·         El 12,6% de los trabajadores de nuestro país son pobres. Su salario no les permite abandonar la situación de pobreza en la que viven.
·          Las víctimas mortales por accidentes laborales ascendieron a 608 en 2015.
·         En nuestro mundo –según la OIT- 21 millones de personas son víctimas de esclavitud laboral.
·         La desigualdad sigue aumentando en la población mundial (el 1% más rico posee más riqueza que el otro 99%). En España las 20 personas más ricas disponen de tanto dinero como los 14 millones de personas más pobres.       
            Tal nivel de injusticia no nos puede dejar indiferentes, ni como ciudadanos, ni como cristianos. Parece evidente que el sistema económico-social no es justo, y esa realidad la denunciamos con el fin de que se reflexione en orden a las necesarias modificaciones que lo hagan más justo, humano y solidario.          
            Denunciamos esa economía de exclusión y de inequidad, en la que ha entrado el mundo actual globalizado, que frente al impúdico lujo consumista de unos nos presenta grandes masas de la población excluidas y marginadas (sin trabajo, sin horizontes, sin salida).
            Denunciamos –por inveraces- las “tesis de derrame” (que afirman que todo crecimiento económico –favorecido por la libertad de mercado- logrará por sí mismo mayor equidad e inclusión social), que no se han visto constatadas por la realidad.
            Denunciamos la nueva “idolatría del dinero”, que niega la primacía del ser humano.   
            Denunciamos la “tiranía de los mercados”, su opacidad y voracidad económica ilimitada
           
Denunciamos que el consumismo de esta economía es dañino al tejido social.
El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares.           

            Se hace necesaria una razonable y adecuada organización del trabajo, entre los distintos tipos de empleo, que los diferentes Estados habrán de encontrar, con vistas al bien común, procurando una justa retribución salarial, junto con garantías de unas condiciones humanas de trabajo que eviten la alta accidentabilidad laboral que padecemos.
Instamos a los actores políticos de nuestro país –que han demostrado su incapacidad para el diálogo, dando lugar a la repetición del proceso electoral- que cambien sus actitudes hacia un nuevo talante de diálogo, como lo demanda la sociedad española, y prioricen las necesidades de los ciudadanos, especialmente los que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad social, encaminando su acción al bien común, por encima de sus estrategias partidistas y electoralistas.
            Por último, exhortamos a las organizaciones sindicales a que superen sus diferencias y sus tentaciones de acomodación institucional como estructuras burocráticas para servir de forma auténtica a los trabajadores, de forma que la fuerza del trabajo tenga la necesaria defensa que se vio debilitada en la crisis y así los sindicatos logren el rearme moral necesario para poder realizar con eficacia y legitimidad su función social atribuida.



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